Hace ya un tiempo es normal en cualquier conversación de vecino o familiar, escuchar “viste que ahora hablás de que vas a viajar y enseguida te muestran ofertas”. Generalmente es seguido de “da un poco de miedo”, mezclado con un “pero está bueno”.
¿Cuánto vale para un banco conocer y poder impactar directamente a los usuarios que en el próximo mes van a solicitar una hipoteca?
Somos conscientes de eso, pero hasta qué punto? Si la información es sinónimo de ventaja de negocio, por qué la brindamos tan fácilmente?
Facebook y Google han basado su negocio en la oferta de audiencias y anuncios con información extra a la que estábamos acostumbrados, alrededor de estas empresas se alimentan cientos de empresas que buscan potenciar el uso de estas herramientas; a través de más información integrada u otros soportes.
Por el momento sólo nos ha hecho abrir un poco los ojos; pero la manipulación activada a través de datos puede ser muy peligrosa si no terminamos de ser nosotros quien toma la decisión.
Más allá de los intentos de algunas naciones de regular y brindar más seguridad y autonomía a los usuarios, una vez que apretamos “permitir todo” “allow cookies” “aceptar”… Es imposible fiscalizar y saber realmente dónde terminan parando los datos, quién se hace con ellos y de qué manera se utilizan.
Debemos ser parte del cambio que impulse la importancia del valor ético dentro de la publicidad.